A principios de 1895 Oscar Wilde estaba en la cumbre de su carrera y gozaba de un reconocimiento envidiable. Escribía obras de teatro sin pausa y sin demasiado esfuerzo, y se mezclaba con la flor y nata de Londres. Asimismo, mantenía una relación con el joven y ambicioso lord Alfred Douglas, a quien había conocido cuatro años atrás. Pero en mayo de ese mismo año entró en prisión, con su reputación arruinada, para sufrir una condena cuya severidad estaba más allá de su imaginación.
Tras ser el protagonista de un escándalo por conducta indecente y soportar la vergüenza de un terrible proceso, Wilde alumbró en la cárcel una obra maestra: La balada de la cárcel de Reading, un maravilloso poema donde el ahorcamiento de un compañero le sirve de excusa para plasmar su aguda visión del mundo carcelario y los sentimientos que le despierta.
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«Y todos los hombres matan lo que aman,
que lo oiga todo el mundo,
unos lo hacen con una mirada amarga,
otros con una palabra zalamera;
el cobarde lo hace con un beso,
¡el valiente con una espada!»