Ava sabe bien lo que es ser diferente. Con 16 años, es víctima de un brutal incendio en el que pierde a sus padres, del que ella sobrevive, pero que le deja el cuerpo lleno de cicatrices y quemaduras que le desdibujan una cara que ya no reconoce.
Tras un año de recuperación, es hora de volver al instituto, pero Ava teme las miradas de sus compañeros, no quiere ver en ellos el reflejo de lo que ahora es: una chica desfigurada que solo quiere desaparecer.
Pero el instituto no es el infierno que imaginaba. Y es que, después del fuego, más allá del dolor, hay lugar para sanar las heridas. Y en el camino existen también amigos con quienes volver a reírse hasta de sí misma, ver el lado bueno de las cosas y por encima de todo aprender a quererse tal y como es.
A veces solo necesitamos recordar que incluso las heridas más profundas cicatrizan.
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