Ya en la Roma clásica la destrucción de monumentos y símbolos era una forma de borrar de la historia a los enemigos que habían sido derrotados. En épocas más recientes, esta práctica ha adquirido otro significado las estatuas de Colón, Lenin o Sadam Husein han sido expulsadas de los lugares donde una vez se alzaron , convirtiéndose en una reivindicación por el respeto a la nueva ciudadanía que no quiere esa carga.
El historiador del arte y periodista Peio H. Riaño aborda un debate en auge que se pregunta cómo queremos que sea la ciudad del siglo XXI, mientras el movimiento Black Lives Matter protesta contra los símbolos racistas y en Latinoamérica miles de personas se manifiestan pidiendo la desaparición de los conquistadores de bronce y piedra que aún adornan sus calles.
A través de un recorrido por una serie de representaciones «artísticas», desde Mao hasta Franco, esta investigación cultural cuestiona que se deban conservar los monumentos que representan valores insoportables como el racismo, el machismo y la exclusión.
El resultado es un texto polémico y erudito, que nos demuestra por qué la decapitación de estos monumentos no pretende depurar la historia, como algunos sostienen, sino limpiar el presente con la verdad histórica y extirpar los elementos que tergiversan la lectura del pasado.
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