Lo que está en juego trasciende las fronteras del mundo rural, como demuestran las masivas protestas de estos días. Amplios sectores de la sociedad colombiana sienten un profundo descontento, frustración e indignación frente a la desigualdad, la corrupción, la impunidad y la violencia que afectan sus vidas diarias. Un clamor ciudadano exige una participación política real, la defensa de derechos frente a los privilegios de las elites y un nuevo modelo económico que no profundice la exclusión social. Entre los problemas a resolver para superar definitivamente la crisis social en Colombia, uno de los más acuciantes es la extrema concentración de la tierra. El camino a la paz pasa necesariamente por democratizar el acceso a la misma, ordenando su uso sostenible y el cumplimiento de su función social y ambiental. Una deuda pendiente que necesitará de un compromiso real de cambio y decisiones de política mucho más audaces que las adoptadas hasta ahora.
Arantxa Guerena
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