Jacobo Linares está seguro de que todavía tiene tiempo para inventarse otra vida. A los 52 años, tras pasar casi tres décadas en Europa y olvidar un incidente profesional en el que estuvo involucrado, acepta un trabajo en Santa Isabel, un pueblo en Boyacá, perdido en medio de la nada.
Allí lleva a cabo sus labores con inquebrantable responsabilidad a pesar de que las jornadas poco a poco se extienden más allá de lo que quisiera. Si bien su nueva vida parece por momentos idílica, lo cierto es que todo cambiará cuando Irene, una de sus pacientes, empiece a contarle ciertos episodios reveladores por los que tuvo que pagar incluso una condena en la cárcel, y Lorena, una mujer que acaba de conocer, se convierta en un motivo recurrente de tormentos, muchos de los cuales reavivan de paso los fantasmas que Linares tenía sepultados en el pasado.
Irónica pesquisa acerca de los alcances de la memoria y el olvido, Restos de una tarde larga indaga con sutileza en el desencanto de experiencia vital e invita al lector, a través de una variedad de recursos narrativos —descripciones exquisitas, diálogos veloces, entre otros—, a ser partícipe de una búsqueda en la que subyace una gran paradoja: pasamos buena parte de la vida otorgándoles a las cosas un sentido que no tienen, que nunca han tenido, y que, a lo mejor, nunca podrán tener.
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