«En la naturaleza no hay vejez, no hay decrepitud. Solo hay plenitud o muerte».
“Nos encantaría descubrir que cada especie tiene un reloj biológico en sus células, porque, de existir ese reloj y si fuéramos capaces de dar con él, quizá pudiéramos pararlo y de ese modo volvernos eternos”, le plantea Arsuaga a Millás en este libro en el que la ciencia se entrelaza con la literatura. El paleontólogo desvela aspectos esenciales de nuestra existencia al escritor, y se debate sobre la conveniencia de transmitir su visión azarosa de la vida a un Millás a dieta que descubre que la vejez es un país en el que todavía se siente extranjero. Tras la extraordinaria acogida de La vida contada por un sapiens a un neandertal, el tándem más brillante de la literatura española vuelve a deslumbrar al lector abordando temas como la muerte y la eternidad, la longevidad, la enfermedad, el envejecimiento, la selección natural, la muerte programada y la supervivencia. Humor, biología, naturaleza, vida, mucha vida… y dos personajes fascinantes, el sapiens y el neandertal, que nos sorprenden en cada página con sus agudas reflexiones sobre cómo nos ha tratado la evolución como especie. Y también como individuos.
La crítica ha dicho…
«Una maravilla. Un libro lleno de humor y de bondad. Sí, bondad. Un libro que busca entender el misterio de la vida».
Manuel Vilas
«Se une la erudición brutal de Arsuaga a la capacidad interpretativa y narrativa de Millás».
Andreu Buenafuente
«Un libro en el que se mezcla la divulgación científica con la literatura costumbrista y de viajes. La sapiencia, la chispeante manera de explicar las cosas y la gran cultura transversal del maestro encajan a la perfección con el ingenio y la curiosidad de Millás, que adopta una mirada deliberadamente ingenua y entrañable sobre lo que le rodea».
Fernando Díaz de Quijano, El Cultural
«Un portento de originalidad que mezcla ciencia, divulgación e imaginación con toneladas de ironía para entender de dónde venimos, quiénes somos y adónde vamos. Han inventado un género para el que no tienen nombre».
Miguel Lorenci, La Verdad
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