La experiencia me ha enseñado que ese “amor intoxicante” que nos inyecta vida y energía, que nos hace sentir mariposas en el estómago por la emoción, puede llegar a convertirse en un “amor tóxico” que nos enferma. Poco a poco, sin darnos cuenta, el silencio, el orgullo, el trato áspero, el egoísmo y los pequeños detalles de la rutina envenenan nuestra relación.
Pero hay esperanza si renovamos nuestro pensamiento y aceptamos que ser felices en el matrimonio depende de que estemos dispuestos a sacrificarnos por el bienestar de nuestro cónyuge. Cuando te rindas a un amor incondicional, generoso y paciente; cuando ofrezcas la atención, la colaboración, la intimidad, la sinceridad y la seguridad que esperas recibir, te garantizo que tu relación matrimonial renacerá y se fortalecerá.
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